Las haciendas henequeneras que fueron hace tan sólo un siglo la base de la economía yucateca y el símbolo de la grandeza y esplendor de una época, se encuentran, hoy en día, condenadas a convertirse en escombros, víctimas del abandono y la falta de mantenimiento.
Pero la historia de las haciendas yucatecas está estrechamente ligada a un cultivo específico: el henequén (Agave fourcroydes lemaire). Originario del área oriental de la península de Yucatán, es una planta de zonas áridas de la familia de las agaváceas, de hojas lanceoladas, angostas, rígidas, planas y grisáceas que miden de 8 a 12 cm de ancho y de 1.25 a 2.50 m de largo, con una espina terminal oscura y dientes o espinas marginales triangulares en todo el borde. Estas hojas se hallan dispuestas alrededor de un tronco que mide de 2 a 3 m de diámetro y hasta 2 m de altura.
La planta vive alrededor de veinticinco años y, durante los siete primeros, está en etapa de desarrollo, a partir de la cual y durante quince años más, brinda generosa sus mayores pencas para que de ellas se extraiga la fibra. A un lado de la mata nacen sus vástagos, que aseguran la preservación del agave; y del centro de las pencas surge el varajón, que florece justo cuando anuncia su muerte.