Al ser ampliados los caminos carreteros de la Península a fines del siglo XVIII, comenzaron a usarse desde la segunda o tercera década del siglo XIX, algunos vehículos de fabricación europea o antillana, los cuales sólo los importaban los pudientes que podían costearlos. También fueron llegando del extranjero coches sencillos, con dos o cuatro asientos, de dos o cuatro ruedas y exclusivamente para paseo, siendo usados como coches de lujo por la gente adinerada.
Por los años 1875 a 1876, un artesano llamado D. Juan de Dios López, carpintero de oficio, nativo de la ciudad de Campeche y que tenía su taller en Mérida, ideó la manera de construir con material del país, un carruaje que, a más de ser cómodo, pudiera servir para el uso urbano, con capacidad para cuatro o seis pasajeros. Concibió el señor López una especie de carretela práctica con la caja semejante a la de las calesas, de donde le vino el nombre: coche-calesa.
Este vehículo constaba de cuatro ruedas. Era de madera de cedro pintada de negro, con cuatro columnillas torneadas, que sostenían un techo forrado de una tela gruesa de lona. Constaba en su interior, de dos asientos acojinados para dos personas y un pequeño asiento enfrente para otras dos.
La caja del coche descansaba sobre muelles de hierro que daban comodidad al carruaje, amenguando los tumbos y sacudidas que le imprimía la velocidad en los caminos malos. Las ruedas de los primeros coches tenían llantas de hierro, pero a principios del siglo XX vinieron de Cuba las primeras llantas de goma.
A principios del siglo XX, otro carpintero de Mérida, Bartolomé Bermejo, modificó los coches-calesas, dándoles una forma más esbelta y elegante y haciéndolos más angostos, lo que sacrificó la capacidad del coche, pues apenas caben cuatro personas bien estrechamente. Esta es la forma y el modelo que tienen en la actualidad los de Mérida.
Al principio estos coches fueron particulares, pero después se convirtieron en coches de alquiler. A principios del siglo XX los modernos coches-calesas, de llantas de goma y buen tiro, llegaron a contar con 800 unidades en la ciudad de Mérida. Hoy, estos pintorescos vehículos contribuyen a dar la nota folklórica de la ciudad y sirven para recordarnos, en el ajetreo de las actividades modernas, un pasado largo y tranquilo de nuestra vida colectiva.