Luego de su odisea cruzando el golfo de México, el colibrí garganta rubí (Archilochus colubrises) llega cansado y hambriento a la costa yucateca, en donde cada vez le resulta más complicado encontrar descanso y alimento.
El desplazamiento de la flora -su principal fuente de energía- coloca a esta pequeña ave “entre la espada y la pared” a su llegada a la península de Yucatán. Para su especie, se trata de una situación de vida o muerte.
Procedente del norte del continente americano, el colibrí garganta rubí es una de las aves más pequeñas pertenecientes a esta familia. Su nombre lo adquiere por el “babero” que tiene en la garganta, la cual refleja la iridiscencia solar y da lugar a tonalidades del color de los rubíes.
“Su color va a depender de la dirección en la que se encuentren los rayos del sol; y es así como lo podemos distinguir”, explicó Vanessa Martínez García, directora de la asociación Proyecto Santa María, dedicada a la conservación de las aves y sus hábitats naturales en Yucatán.
Es un colibrí que naturalmente habita en el norte del continente americano -Estados Unidos y Canadá- y cuando llega el invierno “baja” hacia el centro-sur de México; y como muchas otras aves migratorias, visita la península de Yucatán.
“Es un colibrí que puede viajar bordeando la costa del golfo de México hasta llegar a la parte sur del país, aunque se tiene registro de ejemplares que lo han cruzado en un solo vuelo. Imagina, con ese tamaño tan pequeño, el esfuerzo que realiza este colibrí para visitar Yucatán”, advirtió la investigadora.
Para realizar tal proeza, el colibrí garganta rubí se prepara alimentándose y almacenando la mayor cantidad de energía en su pequeño cuerpo. De otro modo, no podría realizar este vuelo. Al llegar a la península, sería conveniente, opinó la Dra. Martínez, que existan condiciones y alimento para que pueda descansar y continuar su recorrido.
Precisó que se pueden colocar en los jardines de las casas plantas nativas que les puedan brindar refugio y alimento; y de paso, deleitarse con la presencia de este peculiar visitante de colores tornasol.
En Yucatán existe una gran variedad de especies de plantas que pueden utilizarse con este propósito, pues tienen la concentración de néctar que ellos necesitan, como el tulipán silvestre, salvia, ciricote, x’kanaan, platanillos, entre otras.
De vida o muerte
Este colibrí en particular no se encuentra bajo algún grado de amenaza, sin embargo, sufre los mismos amagos que cualquier otra ave migratoria, sobre todo en la duna costera en donde suelen construirse hoteles y casas de verano.
“Lo que hacen es quitar de esa zona toda la flora de la que se podría estar alimentando. Están acabando con el primer alimento al que ellos podrían recurrir; y entonces tienen que adentrarse más al estado, lo que significa la vida o la muerte para ellos”, lamentó.
En lo referente a los servicios ambientales que brindan, la Dra. Martínez destacó que la polinización es de los más importantes que realizan, ya que el néctar constituye el 80 por ciento de su alimentación, lo que les lleva a visitar cientos de flores al día.
“El otro 20 por ciento son pequeños insectos que les brindan proteínas, pero en general su alimentación está basada en néctar, que le da la energía suficiente para realizar su trayecto”, añadió.
La incubación del colibrí garganta rubí la realiza únicamente la hembra en un período que dura entre 11 y 16 días. Posteriormente alimenta a las crías y su nido se expande en medida en que estas crecen. Su primer vuelo lo realizan entre los 22 y 22 días de edad.
En la península pueden avistarse 13 especies de colibríes, nueve de ellas en el estado de Yucatán. Algunas son residentes -como el colibrí tijereta, que es endémico y está en peligro de extinción- y otros están solamente de visita, como el colibrí garganta rubí.