Cuenta una leyenda Maya que durante una noche tormentosa, mientras el dios Zamná corría a resguardarse, tropezó con una planta de henequén. Sus duras y puntiagudas hojas le ocasionaron una cortada en la pierna, lo que trajo la ira de sus seguidores, quienes cortaron las hojas de la planta y luego las azotaron contra las piedras. El sabio Zamná se percato que de las hojas salía una fibra muy resistente que podría ser de gran utilidad a su pueblo. Fue así como Zamná enseñó al pueblo maya el valor del henequén.
El henequén, también conocido como ki, en Maya, es una planta de la especie Agave fourcroydes, nativa de la península de Yucatán de la cual se extrae el sisal o fibra de henequén. Como otros agaves, esta planta es fácil de identificar por su roseta de hojas duras y alargadas de hasta metro y medio de largo. De estas hojas es de dónde se extrae la fibra del henequén, conocida por ser muy resistente y duradera, por lo cual fue muy valorada por los Mayas quienes la utilizaban para hacer sogas, textiles, e incluso arte.
Tras la conquista y el mestizaje el henequén continuó siendo utilizado por los habitantes de la región y la Nueva España de la misma manera. Pero a mediados del siglo XIX, la llegada de la revolución industrial al nuevo mundo y el sistema feudal de las haciendas Mexicanas que garantizaba la abundancia de mano de obra se combinaron para hacer detonar la industria henequenera. Fue tal el boom de esta industria que se bautizó al henequén como el oro verde de Yucatán, y en el resto del mundo cómo sisal, pues todo el henequén era exportado desde el puerto de Sisal.
Las fibras eran utilizadas para hacer sogas de alta calidad a menor precio que antes o para hacer costales. La maquinaria resultado de la revolución industrial permitió a las haciendas henequeneras acelerar e incrementar su producción de manera exponencial, mientras que la creciente economía mundial incrementó la demanda. Fue así como Yucatán se vio en un auge económico impulsado por esta planta
Aunque Yucatán domino la industria henequenera durante más de 50 años, a finales del siglo XIX existieron inversionistas y pioneros que llevaron el henequén de Yucatán a otros países para su cultivo. Tan cerca como Florida en Estados Unidos, Cuba y el Caribe, y tan lejos como Brazil, Israel, Kenya y Tanzania. Además de la competencia en el mercado internacional, la producción henequenera se vio afectada por la guerra de castas y mas tarde la revolución Mexicana, que a su vez acabaron las haciendas.
El fin de las haciendas y los cambios sociales y económicos que sacudieron la región marcó el fin del auge henequenero en Yucatán, pero también el fin de la explotación de la población Maya. El auge del henequén a nivel mundial termino un par de décadas después con el descubrimiento de los textiles sintéticos. Estos eran más baratos y fáciles de producir en grandes cantidades; el henequén no pudo competir.
El henequén se continúa cultivando y utilizando hasta hoy en día, aún de la misma forma que se usaba hace cientos de años. Sin embargo su uso e importancia han visto mejores tiempos. Hoy en día el henequén se cultiva en al rededor de 15 países y México es el segundo productor más grande, produciendo el 7% del henequén del mundo, mientras que Brazil produce un extraordinario 54%.
Aquí no nos hemos olvidado de nuestro oro verde. Como veras en tu visita a Yucatán, el henequén sigue siendo parte de nuestro día a día. Sin duda alguna encontrarás durante tus recorridos a más de un artesano que trabaja con henequén. Y cuando visites cualquier hacienda verás que su historia, así como la nuestra, es inseparable de la del henequén.