Llamarlo paraíso es poco. Hay quien se atreve a decir que es la playa más bella y tranquila que han visto. Hablamos de El Cuyo, aquel pueblo de pescadores que hasta el siglo pasado todavía funcionaba como puerto maderero (materia prima en Yucatán).
Aunque explorado por muy pocos, podemos decir que este lugarcito es, hoy en día, uno de esos destinos en donde los viajeros pueden alcanzar su máximo nivel de relajación, descanso y admiración ante los paisajes naturales que reinan entre manglares, el azul turquesa del mar y el verde tropical del bosque petrificado. Se cree que El Cuyo es el último punto turístico del Golfo de México.
Para viajar bien
Este tesoro nacional se ubica a dos horas y media del aeropuerto de Cancún y a tres de Mérida; está, específicamente, en la reserva de Ría Lagartas, entre Holbox y Las Coloradas. Es el hogar de cientos de flamencos que, año con año, migran al calor de la península para bañarse en las suaves olas; de tortugas que desovan ahí sus huevos, de un sinfín de aves y de unos dos mil habitantes que a lo largo del tiempo han logrado preservar la autenticidad –y privacidad– del lugar.
La mayoría de las casitas de madera, construidas hace más de 40 años, permanecen sin mayor cambio. No hay grandes hoteles para el turismo de masa, tampoco complejos habitacionales.
Y creemos que eso está bien.
Además de descansar y comer delicioso, se puede hacer una de las actividades más demandadas en El Cuyo: kitesurf, paddle board o kayak. También se recomienda dar un paseo por la costa en compañía de los lugareños para pescar la cena y prepararla en alguno de los establecimientos de la zona.